La oración: Su gloria. Mi bien.

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En su libro, Nuevas Misericordias Cada Mañana, Paul Tripp dice que la oración desarma. Es vulnerable e incomodo. Demuestra dependencia. Siendo miembro de la Generación Z, es un costumbre importante para mi, pero al inicio, extraño.  Cada otra voz cultural grita que mi vida estudiantil centra alrededor mío y yo tengo que resolverlo.  Entonces el acto de oración sí que desarma. Me cuesta pedir ayuda.

Por eso me encanta la Guía de Oración Estudiantil de la Campaña Ora por Mí. Contiene oraciones ya escritas. He orado por temas espiritualmente vitales como el amor, el habla, la fé, la sabiduría, etc. El hecho de que estas oraciones son reales, no robótico, también me ayuda. Cuando lucho para descartar mi orgullo y pedir ayuda, estas oraciones me dirigen a honestidad con Dios y me recuerdan que él esta conmigo, a mi favor, escuchando.

La semana pasada leí las oraciones diarias sobre el amor. La sección empieza con una referencia a Mateo 22:37-40, el mandamiento, “Amaras al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.”  La mayoría de cristianos conocen este versículo, pero me chocó la ultima parte sobre amar a Dios con toda mi mente. Creo que la mayoría de estudiantes de mi edad estarían de acuerdo que nuestra etapa en la vida conlleve mucha ansiedad. Tantas de mis pensamientos en estos días se centran en decisiones de universidad, de carera, de si me casaré algún día y si tendré una familia, y la lista sigue. Puede ser bueno reflexionar en estos deseos, pero si obseso mucho en cosas del futuro lejano, no estoy amando bien a Dios con mi mente. Dios nos manda ser buenos administradores de su bondad en el presente. Amando a Dios con nuestros mentes requiere, entonces, “poniendo todo pensamiento en cautiverio” como nos advierte Pablo en 2 Corintios 10. Pero cuesta mucho, ¿no? ¡Claro! Dios quiere que le amamos con todo nuestro ser, que incluye nuestro pensar.

Esto me lleva de nuevo a la oración. Lo necesitamos. Cuando por fin entendemos que significa amar a Dios, nos damos cuenta de que no podemos hacerlo sin pedir ayuda. Me encanta la manera en que la Guía de Oración expresa esta petición por la ayuda de Dios en la página 56, “Ayuda a que nuestros corazones, como una esponja nueva, absorban tu amor; que elimina los miedos y produce libertad. Cuando nuestro amor sea débil, fortalécelo. … Para tu gloria y nuestro bien, en el amoroso nombre de Jesús, amén.”  Muchas de las oraciones en el libro terminan con “Por tu gloria y nuestro bien,” un acuerdo vital de que la oración no es simplemente una obra incomoda que necesitamos cumplir, pero un acto de adoración que nos invita a depender en un Dios obrando para nuestro bien.